Te levantas cansado, aunque hayas dormido.
Tienes digestiones lentas, la piel más apagada, y una sensación de hinchazón que no sabes explicar.
Todo parece “normal”… pero no lo es.
Tu cuerpo podría estar inflamado, aunque no lo notes de forma evidente.
A eso lo llamamos inflamación silenciosa, y es mucho más común de lo que parece.
¿Qué es la inflamación silenciosa?
La inflamación no siempre significa un dolor o una lesión visible. A veces es un proceso interno, leve y constante, en el que el cuerpo se mantiene en estado de alerta.
No se siente como una enfermedad, pero desgasta poco a poco la energía, la concentración y el equilibrio hormonal.
Este tipo de inflamación puede aparecer por una suma de pequeños hábitos cotidianos:
- Alimentación basada en productos ultraprocesados.
- Exceso de azúcar y harinas refinadas.
- Falta de descanso o sueño irregular.
- Estrés mantenido en el tiempo.
- Sedentarismo o exceso de estímulos externos (pantallas, ruido, ritmo acelerado).
Cuando la inflamación se cronifica, el cuerpo deja de “apagar” sus alarmas internas.
El resultado: fatiga constante, dificultad para perder peso, digestiones pesadas, cambios de humor o sensación de neblina mental.
Cómo afecta a tu energía y bienestar
La inflamación silenciosa roba energía sin que te des cuenta.
Cada día, tu organismo gasta recursos intentando compensar ese desequilibrio.
Por eso muchas personas sienten cansancio incluso después de descansar o “hacerlo todo bien”.
Además, la inflamación altera las hormonas del apetito, afecta al estado de ánimo y puede interferir en la concentración o la memoria.
Lo que comemos, cómo dormimos y cómo gestionamos el estrés están profundamente conectados.
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Feliz vida, feliz digestión ❤️
Rocío ✨️
